Se sigue celebrando la llegada a este mundo de Peyo, el dibujante que marcó la infancia de varias generaciones,
Ciudad de México.
A 90 años de su nacimiento, se sigue celebrando la llegada a este mundo de Peyo (Pierre Culliford), el dibujante que marcó la infancia de varias generaciones con sus entrañables Pitufos (o Schtroumpfs, como se llamaban originalmente).
Lo curioso es que ni él mismo se imaginó que serían los duendecillos azules los que le reservarían un lugar en la cultura pop, pues los creó como personajes secundarios para el número La flauta de los seis pitufos, de su serie Johan y Pirluit, que publicó el 23 de octubre de 1958 en el semanario de historietas franco belga Le Journal de Spirou.
Los lectores del cómic amaron de inmediato a los Pitufos, tanto que no permitieron que Peyo prescindiera de ellos, tal y como lo intentó en algunas ediciones posteriores, que no fueron tan exitosas.
Fue entonces que el nacido en Bruselas, Bélgica, el 25 de junio de 1928, decidió crear su propia historieta de manera seriada en Spirou a partir de 1963.
El artista llegó a ese momento de su vida con un breve paso por la Academia de Bellas Artes de Bélgica, un sólido trabajo creativo que incluye títulos como Valentín acero, El gato Pusy y la mencionada Johan y Pirluit.
Tras dos décadas de éxito, “suspiritos azules” brincaron del papel a la pantalla con la producción del largometraje Los Pitufos y la flauta mágica,
escrita y dirigida por el propio Peyo, en la que narraba una divertida historia sobre un misterioso ladrón quien tras robar el instrumento musical lo utiliza para atraer y atrapar a los pitufos.
Tras su éxito en Europa, el largometraje de 74 minutos se convirtió en el antecedente de la caricatura que de 1981 a 1989 apareció en los televisores de todo el mundo bajo la producción de Hanna-Barbera.
A partir de ese momento los Pitufos, cuya historieta llegó a México en los 60 gracias a los suplementos dominicales de Excélsior, se convirtió en un auténtico fenómeno mundial de proporciones nunca antes vistas.
Además del merchandising, la producción de 258 capítulos en un total de nueve temporadas y la adopción del prefijo “pitufi” para nombrar objetos del universo animado, se crearon leyendas sobre el “lado oscuro” de los juguetes.
Una de ellas decía que si esparcías polvo sobre el piso de tu recámara al día siguiente descubrirías pequeñas huellas que podían ser de Papa Pitufo, Pitufina, Pitufo Dormilón, Pitufo Filósofo y Pitufo Gruñón.
Una versión mucho más dramática se apegaba a una especie de posesión endemoniada que aseguraba que durante la noche los muñecos tomaban vida con la intención de asesinar a sus dueños.
A pesar de haber muerto a los 64 años de edad (24 de diciembre de 1992), Peyo disfrutó de su descomunal éxito y de cómo su creación se convirtió en un emblema de Bélgica, un fenómeno muy similar al de Tintín, de Hergé.
Lo que ya no pudo ver fue el nuevo furor que provocó su creación gracias a un videojuego (2001), y las dos sagas fílmicas producidas por Sony Pictures (2011 y 2013), que combinan live action (actores de carne y hueso) con animación digital; y Los Pitufos en la aldea perdida (2017), exclusivamente animada.
Excélsior/Enlace Informativo.