Columnas Políticas, Sin Rodeos

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Lo mejor para Carlos Loret de Mola.

Algunos medios informan la preocupación que hay en académicos, empresarios, líderes, legisladores, organizaciones y sectores sociales al constatar el comportamiento errático, caprichoso, arbitrario y pendenciero del Presidente de la República.

Consideran sumamente grave que, sin rubor, miente y simula; que requiere de “enemigos” y hablar del pasado para ocultar su ineptitud; que solo él sabe lo que es bueno o malo y lo que deben hacer gobernantes y gobernados; que su polifacética personalidad le permite proyectar simultánea o intermitentemente al bravucón primitivo y al humilde pastor religioso que catequiza a su pueblo.

Ante esa realidad, personas y agrupaciones exigen públicamente que a través de estudios médicos se determine si el Presidente tiene o no la salud mental que se requiere para ejercer tan alta responsabilidad.

Para fortuna nuestra, lo antes narrado sucede en los Estados Unidos de Norteamérica, porque aquí vamos “requetebién” y el pueblo está “feliz, feliz, feliz”.

Tranquilos ya, al quedar claro que el riesgo de que gobierne un sociópata está allende nuestras fronteras, vale la pena escuchar al inteligente e informado periodista del Miami Herald, Andrés Oppenheimer, sobre el esperado crecimiento económico de Latinoamérica en contraste con el global.

Sostiene que para el próximo año se espera que la economía en el mundo crezca un 3.2 por ciento, mientras que la región latinoamericana no pasará del 0.6, con el consiguiente estancamiento que no permitirá dar trabajo a millones de jóvenes, ni satisfacer las demandas de la población en general.

Advierte que las causas fundamentales son:

1) Que Latinoamérica no se ha dado cuenta que el mundo llegó a la era del conocimiento, en la que el trabajo mental está por encima de las actividades manuales, del petróleo y demás materias primas.

2) Que, mientras los asiáticos han creado la filosofía de la meritocracia educativa, por la que los alumnos estudian más y mejor, en nuestra región es cada vez peor la calidad educativa.

Sostiene que aquí hablamos demasiado de los héroes del pasado y muy poco de los innovadores del futuro. Mientras en China y Singapur “viven guiados por el pragmatismo y están obsesionados por el futuro, los latinoamericanos vivimos guiados por la ideología y estamos obsesionados por el pasado”.

Da un ejemplo: “Nuestros billetes y nuestra plata muestran a los héroes de la independencia, en los de ellos aparecen maestros rodeados por sus alumnos”.

Yo concluyo: cuando los gobiernos se apropian de una historia falsificada y maniquea depravan el presente y frustran el futuro. Solo con más y mejor educación Latinoamérica tendrá los ojos en la frente, no en la nuca, y superará sus tragedias. No hay tiempo para estafas, sandeces y caprichos.

Milenio

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