de Raymundo Riva Palacio
El Financiero
Santa Lucía, ¿va?
Los dados están cargados para decidir que será Santa Lucía, no Texcoco, donde se edificará el nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México. Nadie lo dice de esta manera, pero el folleto de 13 páginas para informar a la sociedad sobre las ventajas y desventajas de las alternativas, no deja lugar a dudas. El texto es sesgado, tramposo, sin balance y tendencioso. “La consulta es un ejercicio democrático para que la gente opine sobre lo que le conviene”, indica en su introducción. En efecto, eso se espera de la consulta. Pero la explicación a la sociedad no sólo es antidemocrática por la forma como induce al voto a través de la parcialidad en la presentación de las opciones, sino también es ideológica y recrea la polarización que ha caracterizado la carrera política del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador.
El folleto establece en su primera parte la necesidad indiscutible de que la capital federal tenga otro aeropuerto que satisfaga las necesidades de pasaje y carga que hoy en día están saturadas. No menciona en ninguna parte que la Terminal 2 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México fue terminada en 2007 como una solución temporal, en espera de la construcción de un nuevo aeropuerto, porque el planteado por el presidente Vicente Fox se frustró por la oposición de las pueblos nucleados por San Salvador Atenco, que tuvieron el apoyo de la izquierda social que encabezaba López Obrador.
Las comunidades que encabezan los activistas de Atenco habían estado en silencio desde que empezó la construcción del aeropuerto en Texcoco, pero resurgieron animados por el discurso de López Obrador contra la obra, e incentivados por la oposición de su futuro gabinete. El folleto es claro. Al hablar de posturas en contra de Texcoco, sólo menciona a los pueblos de Atenco y el Frente de Pueblos de Defensa de la Tierra, mientras que a favor únicamente señala al Consejo Coordinador Empresarial, en un ejercicio de maniqueísmo ideológico.
En apoyo a Texcoco, sin embargo, están las cámaras del sector de la industria aérea, las asociaciones de pilotos, los controladores aéreos, los colegios de ingenieros, los organismos internacionales de aviación civil y, también, todas las organizaciones empresariales, que ignora el folleto. No existe la misma categoría sobre Santa Lucía, aunque incluye a manera de apoyo el informe de la Organización de Aviación Civil Internacional, de 2013, que en realidad respaldó a Texcoco como la alternativa viable, y que en septiembre pasado, a petición del equipo de López Obrador, señaló que Santa Lucía requería de estudios técnicos que aún no se contratan.
La información del folleto tampoco menciona que carecen de estudios sobre viabilidad y factibilidad financiera de Santa Lucía, y que las estimaciones presentadas en el folleto fueron proporcionadas por personas sin información ni soporte técnico a José María Riobóo, que participó sin éxito en la licitación de las pistas del nuevo aeropuerto en Texcoco, tras lo cual se convirtió en su principal detractor. Riobóo es asesor de López Obrador y se ha convertido en el cerebro de la oposición a Texcoco, subordinando a Javier Jiménez Espriú, el próximo secretario de Comunicaciones y Transportes.
Otra de las grandes omisiones es sobre qué tipo de aeropuerto se pretende. La alternativa de Texcoco es un Hub, un centro de conexión internacional –que está mencionado en el folleto–, con una capacidad final de 135 millones de pasajeros, mientras que Santa Lucía, alterno del AICM, no sería un Hub, y el máximo de pasajeros que absorbería es de 60 millones. Sería una solución tan temporal como la Terminal 2, con capacidad máxima al 50% de Texcoco, pero con un costo que, probablemente, de acuerdo con los expertos, terminaría presupuestalmente más alto que terminar la obra en Texcoco.
Esto tiene que ver con una serie de factores financieros que no están contenidos en el folleto y que tendrían que haber sido incorporados. La diferencia de escala entre los dos proyectos tiene una enorme diferencia en términos financieros al valor presente. Los ingresos aeroportuarios por pasajero son muchos más altos en un Hub, por el impuesto al uso de aeropuerto, el TUA y por los ingresos no aeroportuarios, que no aparecen en ninguna parte del folleto. Estos ingresos no están bursatilizados como es el TUA –que ya se invirtió en la obra y que no podrían trasladarse a Santa Lucía–, la Fibra E –cuya inversión se perdería–, o los recursos inyectados por las Afores.
Los ingresos no aeroportuarios son los que se cobran a las aerolíneas para oficinas, los estacionamientos, las tiendas, restaurantes o establecimientos como las arrendadoras de automóviles. Tampoco considera la fuente de ingresos de lo que llaman “la ciudad aeropuerto”, una superficie de 400 hectáreas dentro del aeropuerto de Texcoco, que incluiría hoteles, bodegas de paquetería y oficinas, además del aprovechamiento del bien raíz del actual aeropuerto. Todos estos ingresos no existirían en Santa Lucía.
Esta opción tendría un costo adicional en multas por la cancelación de Texcoco, que no podría ser compensado, porque no sería Hub y su volumen lo haría insuficiente en menos de 20 años, lo que disminuye significativamente sus ingresos. El folleto sólo menciona que habría “posibles pérdidas económicas por cancelación en Texcoco”. Es más grave y, según los expertos, la repercusión en los mercados será mayor. “Sería visto como una opción de radicalismo que los asustará”, dijo uno de los expertos. “Verían que López Obrador no es Felipe González, sino Bolivia”. Esto es lo que menos, piensa uno, desearía el Presidente electo antes de iniciar su gobierno, aunque por la inducción por Santa Lucía, no parece ser que le quite el sueño.