Columnas Políticas, El Asalto a la Razón

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Carlos Marín

La mayor matanza en el actual sexenio sucedió antenoche en Veracruz, cuyo gobernador volvió a demostrar que no tiene la menor idea de su responsabilidad por estar enfrascado en un insensato pleito político con el fiscal estatal, Jorge Winckler. Los tumbos que dio ayer Cuitláhuac García lo pintan como es: demagogo, rijoso e incapaz. Parece bastarle la confianza y los inmerecidos espaldarazos del Presidente de la República para desentenderse de sus obligaciones, porque no entiende que la prevención de los delitos es materia de su competencia (para eso tiene a la policía de su Secretaría de Seguridad Pública) y no del Ministerio Público (encargado de investigar crímenes consumados).

El numerazo que protagonizó ayer da para un catálogo de estulticias: empinó a López Obrador (quien luego corrigió) en la patraña de que la Fiscalía del estado había “liberado” a quien, según él, perpetró el atroz asesinato en masa, cuando lo cierto es que fue la Policía Naval quien detuvo en dos ocasiones a La Loca por un probable delito federal (posesión de drogas), y que lo entregó a la delegación de la Fiscalía General de la República, misma que preguntó al MP a cargo de Winckler si llevaba alguna investigación por otros delitos (del fuero común) contra el capturado y que, ante la respuesta negativa, el sujeto recobró su libertad.

A menos de que fuera una policía política o que mediara una denuncia formal, ¿por qué la Fiscalía debiera estar investigando a quien sea?

Pese a que el engaño había sido desmantelado, la rabia del gobernador le hizo decir que a los homicidas “los vamos a detener, a pesar del fiscal general del estado…”. ¿Acaso su policía es MP?

Estremece el apresuramiento con que el gobernador y el Presidente dijeron que la Fiscalía General de la República se hará cargo de las investigaciones, ya que lo hicieron sobre la falsa información que propaló Cuitláhuac.

Para colmo de todo, la gente de Winckler tiene avanzadas ya las primeras indagaciones, con videos en los que no se ve a La Loca (quien ayer pareció convincente de su inocencia en un video subido a las redes).

La masacre de 28 personas (quizás aumente la cifra porque hay una decena de hospitalizados con graves quemaduras) incluye la muerte de al menos dos extranjeros, lo que complicará más aún las explicaciones.

Es tan marrullera la actitud de García, que atribuye a su gobierno las capturas (por delitos contra la salud) de La Loca, cuando bien se sabe que el mérito fue de la Marina Armada.

Lo que Cuitláhuac ha hecho al Presidente a pocos días de su primer Informe constituye un doble golpe: lo embarcó en la repetición de una mentira descarada y, por darle al violín, le dio al violón: sembró la idea de que la Fiscalía General de la República consiente o es alcahuete de presuntos narcotraficantes, a uno de los cuales, a lo wey, lo convirtió ya en el más buscado.

Milenio

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