Víktor Tsoi, el rockero que puso música a la perestroika regresa a Moscú

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Víktor Tsoi, el rockero que puso música a la perestroika soviética y a las ansias de cambios y libertad, ha tomado por asalto la sala Manezh, en el corazón de Moscú, para mostrar aristas desconocidas de su obra en momentos en que Rusia atraviesa tiempos de gran incertidumbre.

“Tsoi es parte inherente de la cultura rusa contemporánea. Queríamos comprender el fenómeno de Tsoi, el único músico cuya obra es escuchada por varias generaciones”, comenta a Efe Alexandr Karmáyev, creador y productor de la ambiciosa exposición “La ruta del héroe”, abierta al público hasta el próximo 21 de junio.

Para muchos, el líder de la banda Kinó es recordado ante todo por su canción “Cambios”, que se convirtió en símbolo del sismo que sacudió la sociedad soviética a fines de los ochenta y que para muchos continúa siendo un llamado a la renovación del país, sumido actualmente en una “operación militar especial” en la vecina Ucrania.

EL ENFANT TERRIBLE DEL ROCK SOVIÉTICO

El músico, que cumpliría en junio 60 años, falleció en un accidente automovilístico en 1990 hace más de tres décadas, por lo que hoy solo cabe especular sobre su actitud respecto a los acontecimientos en la Rusia actual.

El productor francés Joël Bastenaire, amigo de Tsoi, recuerda que el músico “siempre estuvo en contra de cualquier guerra” y que en su momento fingió problemas psiquiátricos para evitar que lo enviaran a Afganistán.

“El hecho de que actualmente en Rusia se prohíba utilizar la palabra ‘guerra’ a él seguramente le irritaría mucho. Por eso quizás habría huido a Letonia, donde tenía una casa”, supuso, convencido de que Tsoi era una persona que defendía fervientemente la paz.

Y quizás por ello el músico, según Agnia Stérlingova, también productora, “es amado por todos, une a la gente en vez de separarlas. Se ha convertido en una figura de consenso”.

Y tal es el consenso que los expositores lograron sumar el apoyo de más de 700 personas para llevar a cabo este proyecto, que presenta en once salas de diseños únicos su historia del “enfant terrible” del rock soviético.

Nada más pisar la primera sala, el espectador es capturado por una espiral visual que le guía a través de los primeros pasos, los años escolares, las primeras aficiones e influencias del tímido adolescente de ascendencia coreana que vivía en los suburbios de Leningrado.

ENTRE FOGONERO Y MÚSICO

La muestra apoya el deseo de los organizadores de presentar a un Tsoi que trasciende al que todos conocen: dibujante, pintor, actor e incluso fogonero.

“¿Se puede decir que una persona es antisistema cuando se va a trabajar de fogonero, a palear carbón, siendo un músico, un artista, un poeta?”, reflexiona Karmáyev, al señalar que este trabajo fue una alternativa al mundillo cultural soviético que exigía obediencia y pleitesías.

En la exposición hay una sala dedicada a esta etapa de su vida, allá por 1986, cuando le conoció Bastenaire, quien produjo dos de sus discos.

EL PERSONAJE HEROICO DE LAS PANTALLAS

“El Tsoi ‘íntimo’ era un muchacho normal, de la calle”, confiesa a Efe el productor francés.

No obstante, comprende que el propio músico buscó crear esta imagen de personaje heroico, especialmente a fines de los ochenta, “después de que comprendió que su fama se debió en gran medida a su participación en películas, más que por su trabajo como cantante”.

Un interés que también halló reflejo en la exposición, donde hay dos salas dedicadas a sus proyectos cinematográficos: el largometraje “Iglá” (Aguja), y el proyecto inédito “Ciudadela de la muerte”, ambos del realizador kazajo Rashid Nugmánov.

Este último filme, una coproducción con Japón y EUA, se vio frustrada por la muerte prematura del músico con 28 años.

EL MUCHACHO QUE NO SE VENDIÓ

Cabe destacar la afición de Tsoi por el dibujo y la pintura, representado en la muestra por piezas cedidas por su segunda esposa, Natalia Razlógova, y su hijo, Alexandr Tsoi, muchas de ellas cercanas en su espíritu a las obras de Keith Haring o Jean-Michel Basquiat.

Sin embargo, la música es el elemento que hilvana toda la exposición, ya sea desde las propias canciones, las entrevistas de sus compañeros de banda del grupo Kinó u otros músicos rusos, en los afiches de sus conciertos o en sus guitarras, que también son parte de la exhibición.

Según Bastenaire, aunque la música de Tsoi era “new wave puro, parecido al de los grupos británicos de la época”, sabía sorprender con “esas canciones oscuras, de versos extraños, puramente rusas, que no podría cantar nadie más que un ruso”.

“Era un muchacho simple que se resistía. No se vendió. Misterioso. Siempre tuvo un aura de misterio porque no era dado a hablar demasiado, a explicar cosas personales. Y por eso era interesante”, recuerda.

FUENTE: EFE

ENLACE INFORMATIVO, 24-05-2022

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