Los transeúntes que caminaban afuera de Antonio Caso 48, en la colonia Tabacalera, veían un inmueble cada vez en peor estado: la marquesina del Teatro de la República permaneció apagada durante cinco años, la humedad carcomía el techo, la vieja butaquería se empolvaba y la alfombra de la sala lucía descolorida.
Es el destino que han tenido muchos teatros en la Ciudad de México, que alguna vez albergaron grandes obras y públicos, y que hoy están en ruinas. No ayudó además la crisis por la pandemia, que, según Samuel Sosa, presidente del Colegio de Productores de Teatro de la Ciudad de México, podría tomar a esa industria hasta 10 años para su recuperación. Fue un golpe fatal para estos recintos, que ya habían sucumbido ante la poca asistencia del público.
El Teatro de la República estaba abandonado, como lo están otros como el Orfeón, el Venustiano Carranza, el Blanquita, el Fru Fru, el Ferrocarrilero, el Manolo Fábregas, el Moliere y el cine Ópera.
Tras el abandono, un productor, Miguel Alonso, decidió adquirirlo y remozarlo.
Luego de ser administrado por el Sindicato Único de Trabajadores de la capital, fue comprado por Miguel Alonso, quien cambio desde butacas, hasta luces.
Ve éxito y otros, fracaso
Adquirir un teatro, remodelarlo y ponerlo a funcionar en estos tiempos es un reto que pocos empresarios asumen. Alonso cree que la clave está en pensar diferente: en parte la gente dejó de ir a teatros por sus altos costos en recintos decaídos, enfocados más en recuperar dinero con obras escolares que enfocándose en la experiencia del espectador.
Cree que el público dejó de acudir a estos recintos porque los dejaron caer.
Teatro Blanquita
Abrió en 1960, fue considerado el recinto de estrellas populares. Foto: Hugo García/ EL UNIVERSAL.
Su actividad fue ininterrumpida en 2015, cuando Generamúsica y Showtime dejaron su administración.
“Te da mucha tranquilidad el poder saber que es tu espacio, que se ve bien. Dentro de todo lo incierta que puede ser esta carrera, saber que el día de mañana tú decides qué es lo que vas hacer para generar trabajo, para ti y para toda tu compañía es un aliciente”, dice Alonso.
El productor explicó que por más de 40 años este recinto y el Teatro Venustiano Carranza estuvieron operados por la familia Varela, y cuando ésta lo dejó, el inmueble pasó al Sindicato Único de Trabajadores del Gobierno de la Ciudad de México; justo durante la pandemia se abrió la posibilidad de tomarlo para programar actividades.
Teatro Fru Fru
Cerrado actualmente, fue inaugurado en 1899. Irma Serrano lo adquirió en el 73; hoy sirve de set. Foto: Hugo García/ EL UNIVERSAL.
“Dije sí lo voy hacer porque además vivimos para hacer teatro y tengo muchos años haciéndolo, por eso quería un espacio donde pueda trabajar y además generar empleos, porque de un teatro dependen muchas fuentes de trabajo directas e indirectas. Es un ganar, ganar. Hay que apostar a la calidad”.
La tarea incluyó enfrentarse a burocrática de renovar permisos, algo que le llevó meses y mucho dinero (dice que algunos trámites tuvieron un costo de 100 mil pesos).
Gran Teatro Molière
En 2014 albergó musicales como Peter Pan. Foto: Valente Rosas/ EL UNIVERSAL.
Cuatro años después un adeudo en la renta, que derivó en un litigio, hizo que bajara el telón.
Un lugar para disfrutar
Durante un año realizó una remodelación profunda: la mecánica teatral fue totalmente renovada, se implementó un tapanco para colocar la escenografía de varias producciones, la iluminación se modernizó. aunque sigue siendo clásica, lo mismo que el audio, se cambió la butaquería y el circuito eléctrico. Se pintó la sala y remozaron los camerinos.
Fue tan fuerte la inversión que se hizo para preparar el recinto que Miguel Alonso tuvo que cancelar un musical, mudar las oficinas de su productora al teatro e invertir sus ahorros; pero tenía ante sí un problema mayor: el teatro “estaba frío”, es decir, no está presente entre el gremio y el público.
Cine Ópera
En 1949 abrió sus puertas, digno representante del art decó. Foto: Valente Rosas/ EL UNIVERSAL.
Aunque era cine, en los intermedios había actores de revista.
En los 90 fue sala de conciertos, pero una trifulca lo cerró.
“El reto es que se ponga de nuevo en el mapa, porque es bonito que se tenga un teatro, se remodele, se tenga una cartelera muy variada, pero si las personas no se enteran o no ubican que está aquí otra vez el espacio, no pasará nada, ojalá se corra la voz y empiece a ser un lugar frecuentado, que genere su propio público”.
162 teatros hay en la Ciudad de México, según datos del Sistema de Información Cultural.
Hasta el momento ha funcionado: la cartelera está cubierta hasta abril próximo, pero está consciente que hacer teatro siempre es un riesgo financiero, más al reabrir un espacio como éste cuando la industria pasa por la peor crisis de su historia. Falta que el público llegue y contraste el espacio con otros.
Hay varios teatros sin la misma suerte, lucen abandonados o sin actividad, dejando que el tiempo pase, en espera de un empresario que vea una oportunidad. La clave para Alonso es: “piensen en la experiencia del público”.
Teatro Ferrocarrilero
Inaugurado en 1968, este recinto recibió a grandes estrellas como José José o Raphael. Foto: Valente Rosas/ EL UNIVERSAL.
Hoy realiza eventos escolares y privados.
Con información de El Universal
ENLACE INFORMATIVO, 19-12-2021
