Desde antes de comenzar su campaña presidencial, las posibilidades de Ricardo Anaya de ganar la elección, objetivamente hablando, eran nulas. Había dos razones fundamentales. La primera es la fractura estructural dentro del PAN por la forma como se hizo de la candidatura, que llevó a que los dos únicos presidentes panistas estuvieran en su contra, y las reticencias de casi la mitad de los gobernadores del PAN que llegaron al poder en contra de los deseos de Anaya. La segunda tiene que ver con el voto útil que ha venido pidiendo para derrotar al puntero en las preferencias electorales, donde la apelación central es a priistas, sin cuyo respaldo no le alcanzaría en las urnas, pero cuya mayoría de militantes no va a votar por él. Con un partido cojo –tampoco hay legiones perredistas reforzando al candidato de su coalición– y una campaña mediocre, lo sorprendente es que Anaya no haya colapsado. A esto hay que sumarle la cruzada desde el gobierno y la guerra sucia emprendida en su contra hace meses. Por una razón que aún nadie puede explicar, Anaya se mantiene todavía en el segundo lugar de las preferencias electorales, con lo cual la expectativa de votarlo como el segundo lugar, está viva.
La elección está a menos de tres semanas y el tiempo se acaba para las estrategias. Si Anaya se mantiene arriba del 20 por ciento en tendencia de voto, la elección será entre tres, con lo cual él y el candidato oficial, José Antonio Meade, perderán irremediablemente debido a la canibalización del voto opositor a Andrés Manuel López Obrador, de Morena. La prisa la tiene la campaña de Meade para demostrar que son el segundo lugar con una tendencia al alza, mientras que Anaya tiene una caída sostenida que lo llevará al tercer lugar. El tiempo, una vez más, corre en su contra para tener una candidatura, al menos competitiva, contra López Obrador. Por eso, una vez más, una mano amiga de Meade en las estructuras de poder apareció el jueves pasado, al poner a circular en redes un video editado donde Juan Barreiro, hermano de un empresario queretano vinculado al candidato que investiga la PGR por lavado de dinero, habla cándidamente sobre negocios irregulares que presuntamente eran para financiar la campaña presidencial de Anaya.
El video revela una trampa contra Barreiro, a quien después de ganarse su confianza, lo inducen a hablar. Grabado subrepticiamente, aparentemente en un hotel en Madrid dentro de una investigación multinacional sobre presunto lavado de dinero de la familia Barreiro y Anaya, el video voló literalmente en los medios de comunicación desde la misma noche del jueves y se convirtió en una bomba hacia el interior de la campaña, donde, de acuerdo con personas con conocimiento de primera mano, están “devastados”. La reacción de Anaya, acusando una vez más al gobierno de una guerra sucia en su contra, con la modalidad agregada que forma parte de una estrategia para ayudar a López Obrador a ganar la Presidencia, parece agotado. Sin embargo, su defensa-ofensiva por el video lo revitalizó, le volvió a dar un nuevo sentido a su campaña –el enemigo externo que lo quiere destruir por miedo– y le inyectó oxígeno en días que eran aciagos.
La imagen de un candidato sin creatividad ni control sobre su equipo iba creciendo. Hacia el interior de su campaña hay mucho desorden, sin mariscal de campo que controle al equipo y con muchos generales en constante conflicto. Anaya, quien asumió equivocadamente esa tarea desde un comienzo, alcanzó hace tiempo su Principio de Peter. Sus principales apoyadores, financiera y políticamente, los grandes empresarios, empezaron a ver que quizás se habían equivocado de apuesta para enfrentar a López Obrador. La reunión en el Consejo Mexicano de Negocios fue un punto de inflexión. Como el resto de los candidatos, acudió a su cita con cerca de una cuarentena de los barones del dinero en México, pero según varios de los asistentes, Anaya habló generalidades, sin densidad alguna. Lo peor, sin embargo, no fue él –sólo superado por Jaime Rodríguez en la evaluación más baja de los cuatro–, sino sus acompañantes, su estado mayor y los presidentes de los partidos de la coalición, entre quien destacó, por impertinente, Dante Delgado, presidente de Movimiento Ciudadano, quien al ensalzar al candidato identificó por nombre y apellido quiénes de los presentes en el salón ya le habían expresado su apoyo. En un contexto de actitudes que normalmente son sibilinas, esa indiscreción con toda intención de buscar más apoyos provocó lo contrario, y algunos de los empresarios exhibidos se retiraron del salón.
Anaya sigue de pie todavía, resistiendo, pero no está claro si lo que vemos es sólo el cascarón de un cadáver político. El video, lleno de imágenes circunstanciales de corrupción, no parece tener la fuerza suficiente para que su lenta caída se haga pronunciada y que aquellos que ya tienen dudas sobre el éxito de su candidatura, cambien de barco. Todo lo que se ha hecho contra él sólo consiguió congelar su ascenso en preferencias electorales, como arrancó el año, pero no consiguieron colapsarlo, de acuerdo con todas las encuestas. Tampoco sirvieron como envión para Meade.
La explicación de Anaya sobre la difusión del video es que se trata de un pacto entre el presidente Enrique Peña Nieto y López Obrador para evitar que gane y meta a la cárcel al inquilino de Los Pinos. El argumento es increíblemente reduccionista y falso. El objetivo no es ese, sino que le gane Meade a López Obrador, lo que se explicará mañana.