El secretario de Guerra de Estados Unidos, Pete Hegseth, anunció el envío del portaviones Gerald Ford —considerado el mayor del mundo— junto con tres destructores al área de operaciones del Comando Sur, que comprende Centroamérica, el Caribe y Sudamérica, con la finalidad de “desmantelar organizaciones criminales trasnacionales y combatir el narcotráfico”, informó la dependencia militar. El anuncio se produjo horas después de un nuevo ataque estadounidense contra una embarcación en aguas internacionales de la región.
El grupo de ataque completo del Gerald Ford suma cerca de 4,500 marineros y nueve escuadrones aéreos; sin embargo, sólo tres de los destructores que integran su escolta serán reasignados al hemisferio sur, mientras que una unidad permanece atracada en el Mediterráneo. No se precisó el tiempo estimado de tránsito de esas naves hasta las costas sudamericanas.
El despliegue incrementará de manera notable la capacidad militar estadounidense en aguas donde ya operan más de seis mil efectivos entre marineros e infantes de marina distribuidos en ocho buques, según la fuente. Esta intensificación ocurre en un contexto de ataques marítimos sostenidos por Washington: el bombardeo comunicado la noche previa dejó seis personas muertas, y eleva a 43 las víctimas fatales atribuidas a las operaciones contra embarcaciones desde el inicio de las acciones.
El Pentágono difundió material audiovisual en blanco y negro que muestra la explosión de una lancha; el gobierno estadounidense aseguró que la nave transportaba estupefacientes y la vinculó, sin presentar pruebas públicas, con el grupo criminal Tren de Aragua. Hegseth afirmó que los servicios de inteligencia consideraban a la embarcación implicada en contrabando de drogas y prometió mantener una postura ofensiva contra quienes operen en la región.
Analistas y gobiernos regionales han expresado inquietud por la estrategia. Funcionarios brasileños, entre ellos el exministro y asesor del presidente Lula, Celso Amorim, manifestaron preocupación por el uso de la fuerza y métodos encubiertos, como supuestas intervenciones de agencias de inteligencia, y advirtieron que estas acciones podrían provocar consecuencias graves que trasciendan los países donde se ejecutan.
Se trata del décimo ataque atribuido a Washington en aguas sudamericanas desde septiembre: ocho impactos ocurrieron en el Caribe —cerca de Venezuela— y dos en el Pacífico oriental, en inmediaciones de Colombia. Las autoridades estadounidenses han sostenido además que varios de los botes atacados partieron de Venezuela, afirmación que ha sido utilizada para justificar las ofensivas.
La escalada militar y las dudas sobre la veracidad de las acusaciones han generado un ambiente de tensión diplomática en la región. Mientras el Pentágono defiende sus operaciones como parte de la lucha contra el narcotráfico, críticos advierten sobre la falta de evidencia pública y el riesgo de un mayor deterioro en las relaciones entre Estados Unidos y los países latinoamericanos.
