Comerciantes ven con incertidumbre el Mundial 2026 ante reubicaciones en CDMX

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A menos de un año del inicio del Mundial 2026, comerciantes y vendedores ambulantes en los alrededores del Estadio Azteca viven entre la esperanza de una bonanza económica y la preocupación por posibles desalojos que amenazan su fuente de ingreso.

El evento futbolístico más importante del planeta se celebrará del 11 de junio al 19 de julio en México, Estados Unidos y Canadá, y tendrá su partido inaugural en la capital mexicana.

Sin embargo, los vendedores instalados desde hace décadas en la zona del Azteca ya fueron advertidos por las autoridades locales de que deberán retirarse, sin garantías de regresar al mismo lugar.

“La expectativa es nula. Me preocupa saber de dónde voy a generar mi ingreso para sobrevivir”, afirma Alejandra Zarazúa, de 55 años, quien vende gelatinas junto a su padre, un limpiabotas con más de veinte años en el lugar. Como ella, unas veinte familias esperan la notificación oficial de desalojo.

De acuerdo con la Secretaría de Turismo, el Mundial dejará una derrama de 3,000 millones de dólares y atraerá a cinco millones de visitantes, lo que convierte los alrededores de los estadios en zonas de alto interés comercial y político.

En contraste, los pequeños comerciantes —parte de la economía informal que en Ciudad de México emplea a 1.5 millones de personas— temen que el beneficio quede concentrado en grandes empresas y concesiones privadas.

Mientras unos son desplazados, otros ven una oportunidad. En la colonia Roma-Condesa, el japonés Satoru Hasuike, de 37 años, planea aprovechar la afluencia de turistas para posicionar su puesto callejero de ramen, popularizado en redes sociales. “Quiero un local dentro del estadio, con el estilo de la calle, pero con permiso”, comenta.

En los alrededores del Azteca, los trabajos de limpieza y reordenamiento avanzan. Vecinos aseguran que decenas de puestos fueron retirados sin aviso. “Se llevaron todo en la noche, no sabemos dónde quedaron nuestras cosas”, relata un comerciante que pide anonimato por temor a represalias.

Otros acusan la existencia de cobros ilegales y corrupción en el manejo de los espacios. “Esto es una mafia. Hay que mocharse con los líderes y con las autoridades”, asegura otro vendedor, convencido de que “a la FIFA no le gusta la venta callejera, por eso nos quitan”.

A unos metros, la tortería El Estadio, abierta hace un año, intenta prepararse para el evento. Su dueño, Óscar Hernández, de 47 años, dice estar aprendiendo inglés para atender al turismo extranjero. “Si me cierran, me muevo un par de calles. Uno como mexicano siempre se las ingenia”, afirma entre risas.

Como él, muchos comerciantes se debaten entre la ilusión de nuevos clientes y la incertidumbre de ser desplazados durante la fiesta del fútbol.

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