Columnas Políticas, Templo Mayor

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Reforma

No por mucho descalificar se mejora más temprano. Eso habría que explicárselo al presidente Andrés Manuel López Obrador, que decidió arremeter contra las calificadoras crediticias, en lugar de ponerse a revisar por qué diablos le rebajaron la nota a Pemex.

Eso de llamar hipócritas y charlatanes a las agencias calificadoras suena más a que el mandatario quiere quedar bien con los suyos, en lugar de encontrar una salida al problema de la principal empresa del gobierno mexicano.

Porque, a fin de cuentas, la advertencia de Fitch Ratings tiene que ver con la capacidad de Pemex para enfrentar sus compromisos, con su viabilidad financiera, no con su relevancia en el proyecto de la Cuarta Transformación.

La agencia fue fundada en 1914 y es una de “las tres grandes” junto con Moody’s y Standard & Poor’s, así que seguramente algo debe saber sobre estos temas como para pretender descalificarla en el stand-up mañanero.

 

Muy notorio resultó que López Obrador no intercediera por el priista Juan Manuel Carreras, gobernador de San Luis Potosí, cuando fue abucheado en la presentación de la nueva canasta básica.

Al potosino no le tocó la misma cortesía que el Presidente sí ha tenido con Quirino Ordaz, Omar Fayad, Héctor Astudillo, Kiko Vega y hasta con el propio Silvano Aureoles. Debe sentirse feo eso.

 

La que ya no le halla la hebra al queso es la titular de Desarrollo Social en Oaxaca, Yolanda López Martínez, pues por todos lados le llueven críticas.

Y es que, por una parte, en la entidad que gobierna Alejandro Murat creció el número de pobres, que ya de por sí era preocupante. Y por la otra, la funcionaria no se ayuda, pues dicen que anda más interesada en promoverse en las redes sociales que en bajar la tasa de pobreza en su estado. Y si no lo creen, asómense a su cuenta de Twitter en donde ya hasta subió foto con Yalitza Aparicio, la protagonista de “Roma”.

 

¡Ah, caray! Pues resulta que dentro del primer círculo presidencial sí hay quien gana más de los 108 mil pesos que se fijó como salario del jefe del Ejecutivo y tope del resto de los funcionarios.

¿Quién es el afortunado servidor público? Pues ni más ni menos que el jefe de la Oficina de la Presidencia, el regiomontano Alfonso Romo, que de acuerdo con su declaración patrimonial percibe por ese cargo 149 mil 893 pesos, es decir 41 mil 893 más que su jefe.

Claro que eso no es nada contra el millón 393 mil pesos que gana mensualmente por concepto de “otros ingresos”. Y aunque seguramente son producto de su trabajo de toda la vida como empresario, es de esperarse que López Obrador no esté muy contento.

 

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