Columnas Políticas, Templo Mayor

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Reforma

Con Janine Otálora van cuatro (y podrían ser cinco) altos funcionarios que deciden dejar sus cargos, casualmente, después de que se concretó el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en la elección presidencial.

La renuncia de la magistrada como presidenta del Tribunal Electoral se suma a las de Juan Carlos Zepeda, de la Comisión Nacional de Hidrocarburos y de los integrantes de la Comisión Reguladora de Energía: Marcelino Madrigal y Neus Peniche se dice que también se iría Montserrat Ramiro, aunque ella misma ha negado tal versión.

Por si fuera poco, como subgobernador del Banxico fue nombrado un incondicional de AMLO; Gerardo Esquivel, esposo de la actual secretaria de Economía.

Uno de los aspectos más preocupantes de la renuncia de Otálora es que, hasta donde se sabe, se da a raíz de las presiones que sufrió luego de que el Trife le otorgó el triunfo a Martha Érika Alonso en los comicios poblanos. El propio López Obrador, ya siendo presidente constitucional, se lanzó durísimo contra los magistrados, al calificar de “antidemocrática” su decisión.

A partir de ahí vino un incesante golpeteo interno encabezado por el magistrado José Luis Vargas Valdez quien sin mucho recato exigió la dimisión de la presidenta y anunció denuncias en su contra.

Finalmente ayer Otálora se hizo a un lado, lo que confirma que desde el Ejecutivo hay una fuerte presión hacia los organismos autónomos, a fin de eliminar los contrapesos al señor presidente.

Por cierto que a más de uno sorprendió que la senadora Vanessa Rubio se sumara a Morena para sacar adelante en la Comisión de Hacienda el nombramiento de Esquivel en el Banxico, que ayer fue ratificado por la Comisión Permanente.

Dada su larga experiencia en los asuntos económicos y su paso por la Secretaría de Hacienda, se creía que la priista se inclinaría por mantener la autonomía del banco central y no por nombrar un subgobernador cercano al gobierno. ¿Habrá sido por convicción o conveniencia? Es pregunta.

Pocos lo saben, pero dicen que Claudia Sheinbaum estuvo trabajando directamente con Pemex el operativo para reducir el desabasto de gasolina en la Ciudad de México. Dicen que se metió hasta la cocina o, mejor dicho, ¡hasta las bombas!

Cuentan que quienes tienen muchos años trabajando en Pemex estaban sorprendidos, pues nunca habían recibido órdenes de parte de algún gobernante capitalino. Hay quienes aseguran que eso permitió, por un lado, que el Presidente ni se preocupara por la magnitud del problema en CDMX; y, por el otro, que se privilegiara a la capital en el reparto, aunque otras entidades se quedaran en la seca.

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