Columnas Políticas, El Asalto a la Razón

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Carlos Marín

Milenio Diario

La Huacana: inventan causa y efecto

Para tener idea de lo sucedido en La Huacana y de sus componentes clave, lo mejor es reportear hasta los datos en apariencia menores porque solo así se entiende y comprende:

El incidente es uno solo en tres tiempos, derivado de la presencia y los patrullajes del Ejército en los 17 municipios de la Tierra Caliente michoacana que la narcoviolencia mantiene al rojo vivo.

Los daños físicos consisten en dos probables delincuentes muertos, seis o siete soldados garroteados (un par quedó con esguinces) y dos pastores víctimas colaterales con heridas de bala: el padre, Sergio García, rozado en un brazo, y el hijo, de 11 años e igual nombre, lesionado en las nalguitas por un proyectil que, se teme, pudo afectar el extremo inferior del coxis. Nunca se sabrá el calibre de las ojivas (prácticamente imposible recuperarlas) y fue su mamá, Mirna Cárdenas Becerril, quien pidió que la criatura fuese internada en el Hospital Militar de Irapuato.

El sábado por la noche, a las instalaciones militares de Ario de Rosales llamaron previniendo que gente armada transitaba en el trayecto (como 120 kilómetros) entre Churumuco y La Huacana. Se avisó a la base de Tacámbaro, y de La Huacana salió una compañía (casi 30 elementos) que, a 38 kilómetros, en Cuimbo, se topó con dos camionetas de malandros. Se produjo entonces un intercambio de disparos. Dos probables criminales murieron en ese punto, donde fueron aseguradas tres armas largas. La custodia quedó a cargo de una decena de soldados que esperaron, sin éxito, la llegada del Ministerio Público y sus servicios periciales y forenses.

Sin señal telefónica para reportar a sus jefes, un capitán, un teniente y 12 rasos se dirigieron hacia La Huacana, pero a punto de arribar pudieron dar su informe. De regreso a Cuimbo (viajaban en dos vehículos) vieron una camioneta de la maña que en el explicable intercambio de balazos, se internó en el rancho San Pedro, donde el padre y el hijo referidos cuidaban unas vacas.

Los delincuentes abandonaron la camioneta, huyeron a pie y abandonaron el famoso fusil Barrett, mientras el padre gritaba por el hijo herido.

El mismo señor García llevó al niño al Hospital General de La Huacana, donde los alcanzaron el capitán y sus hombres. Llegó también la mamá. El personal médico y la pareja resolvieron que lo mejor era trasladar al pequeño al Hospital Infantil de Morelia.

Para entonces, el comandante de la Zona Militar (cabeza de unos dos mil efectivos, incluidos más de 800 de las Fuerzas Rurales) decidió acudir a La Huacana, pero un camión atravesado y medio centenar de civiles y paramilitares enardecidos le bloquearon el acceso.

En ese momento, los 14 del indignante video ya habían sido sometidos y desarmados. Fue cuando se dio la insolente “conversación” celular del delincuente con el Alto Mando para exigir, sin alguna referencia a los pastores heridos, la devolución de las armas prohibidas…

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