Columnas Políticas, El Asalto a la Razón

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Carlos Marín

Milenio Diario

Un medieval ”Jorge” de Texcoco

Si en el acervo del sistema nacional de bibliotecas públicas hay obras “muchas veces con cierta carga ideológica porque había textos de Héctor Aguilar Camín y Enrique Krauze”, deduzco que el director general bibliográfico depuró ya los casi 7 mil 500 recintos que, para desgracia de los mexicanos, están bajo su patente irresponsabilidad: su deplorable criterio fue denunciado (La Jornada del sábado reciente) por la cuentista Verónica Murguía y el poeta David Huerta, alarmados porque “eso apunta directamente a las vocaciones centrales de los censores e inquisidores de cualquier tiempo y lugar: la persecución y represión del pensamiento libre, incluido, naturalmente, el pensamiento de quienes no piensan como los gobernantes”.

Comentada en MILENIO de ayer por Aguilar Camín, quedé pasmado porque, sin duda, “tocan un filón del ánimo dirigista que empieza a quedar claro en las intenciones de cambio cultural y educativo del nuevo gobierno. Funcionarios como Arriaga empiezan a hacer sus listas y a decir: estos autores sí, estos autores no. Estas ideas sí, aquellas no. A favor de la transformación, todo. Contra la transformación, nada”. El historiador, ensayista, novelista, periodista, tiene la impresión de que “no saben de lo que hablan cuando dicen una cosa ni la otra. Hablan desde un mundo nebuloso donde llaman ideológico a lo que no les gusta y neoliberal a lo que simplemente les cae gordo”. Por esto “quisiera que me expidieran mi certificado oficial de autor ideológico, tóxico para los lectores de la Red Nacional de Bibliotecas” a fin de que éstos sean “debidamente protegidos de mi contacto por don Marx Arriaga, jefe de la banda protectora”.

A mediados de marzo, la reportera de La Jornada Mónica Mateos entrevistó al aludido y consignó que “los duros ataques (‘se dieron porque proponemos, principalmente, dejar de gastar, por ejemplo, en comprar revistas que acababan almacenadas’) al inicio de su gestión provinieron de un pequeño grupo de las élites culturales que tenía el poder, el cual ahora tiene mucho dolor al ver que se acabaron sus patios de recreo”. Se vanaglorió: “Mi experiencia es en sistematización de bases de datos, análisis duros sobre hábitos de lectura, diseño de materiales didácticos, diseño curricular, filología y retóricas antiguas. Ahí están mis artículos, mis participaciones en libros, mis conferencias. No estoy diciendo que sea el mejor investigador, pero hay una trayectoria que respalda lo que hago al frente de esta dirección general…”.

Émulo tropical del cura Jorge de Burgos (El nombre de la rosa), a Marx de Texcoco lo imagino en su laberinto echando a su protofascista hoguera cuanto escrito contenga “cierta carga ideológica” empezando, claro, por Nexos, Letras Libres y los libros de Aguilar Camín y Krauze, y siguiendo con prácticamente todos (con excepción, supongo, de los de ciencias médicas y físico-matemáticas).

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