de Francisco Garfias
Excélsior
Gobierno unipersonal
Está por verse si el problema de desabasto de combustibles se resuelve en este fin de semana, como dice el discurso oficial. Lo veo difícil. El problema es complejo. Seguirán las filas. ¡Hay que armarse de muuucha paciencia!
El fast track sería la reapertura de los ductos, pero AMLO ya dijo que no va a ceder a las presiones y los va a mantener cerrados. Pemex lo reiteró ayer en un comunicado: no habrá marcha atrás.
El asunto es que las pipas y carrotanques no alcanzan para abastecer gasolineras. Tampoco tenemos la capacidad de almacenamiento suficiente para evitar la escasez.
Ni la infraestructura adecuada para cargar y descargar los combustibles transportados en vehículos.
Hay que construir patios de maniobra. Conseguir los terrenos que se requieren, cosa difícil en las grandes ciudades. Es obligatorio meter tubería, poner asfalto, adaptar mecanismos de seguridad…
Peor: no hay vehículos suficientes para transportar gasolina, diésel, turbosina, por la vía terrestre. Pemex necesita por lo menos tres veces más pipas de las cuatro mil que, nos aseguran, están disponibles.
Los expertos coinciden en que el transporte de combustibles por tierra es 14 veces más caro que los ductos. No le hace. Así lo exige el combate al huachicol.
No son pocos los que piensan que nuestros impuestos están trabajando y apoyan la estrategia del Presidente, pero hay otros muchos –me incluyo— que creemos que el obligado combate al robo de combustible pudo haber sido mejor planeado y sin dañar al consumidor.
Mucha improvisación.
Y no, no se trata de crear “psicosis”, como dice el Presidente López Obrador, sino de ayudar a la población a entender lo que sucede. Ser omisos no ayuda a que el gobierno sea más eficiente.
Es un axioma que la estrategia para combatir el robo de combustible fue mal diseñada. Se trata de una medida bien intencionada, pero pésimamente operada.
No se previeron los efectos negativos, ni daños colaterales que no hemos acabado de ver.
Uno pensaría que el problema más urgente es la gasolina. Nos hacen ver que no es así. Los camiones de trasporte usan diésel. Son los que llevan los insumos que consume la población.
Ésa debe ser la prioridad.
Imagínese que el fenómeno provoque escasez de carne, leche, huevos, verduras, frutas, cereales, maíz, granos o medicinas.
Es cierto que las mentadas al gobierno están a la orden del día en las gasolineras y sus alrededores. Son tantas como los vehículos que hacen fila para cargar.
Y, sin embargo, la cosa se pondría peor si se impacta el abastecimiento de alimentos y medicinas. “Le van a decir cosas más feas si no hay comida”, destacan.
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Hay grandes lagunas de información en esta crisis y un sólo vocero oficial: el Presidente de la República.
Sobran las preguntas. Escasean las respuestas.
¿No se previó el desabasto? ¿Las filas? ¿Las pérdidas económicas? ¿Cuántas pipas se han rentado o comprado?
¿Cuál es el costo? ¿De quién son? ¿Cuándo se reabren los ductos? ¿No había otra manera de evitar el robo de combustibles? ¿Por qué no hay detenidos por ese delito?
¿Por qué que hay una docena de barcos que transportan combustible anclados en Coatzacoalcos –un poco menos en Tuxpan? ¿Cuánto nos cuesta que permanezcan así por no tener la capacidad de vaciarlos?
AMLO ejerce un gobierno unipersonal. Nadie habla si él no autoriza. Yo le pregunto lector: ¿Sabe usted el nombre de los secretarios de Agricultura? ¿De Bienestar? ¿De Sedatu? ¿De Economía?
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Los expertos nos dicen que hay 38 mil kilómetros de poliductos, pero que sólo 18 mil funcionan con “intensidad”. Son los de la “ordeña” de combustibles.
Si el 80 por ciento del huachicol está en Pemex, como afirma AMLO, habría que controlar rigurosamente las estaciones de “rebombeo” y las terminales de almacenamiento.
Para el robo en el ducto, no hay más remedio que poner piquetes de soldados o marinos cada 50 kilómetros o menos –dependiendo de la zona.
Vigilarlos con drones (opción barata) o aviones de las Fuerzas Armadas (opción más cara).
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En el extranjero ya se comenta el desabasto de gasolinas en México. Dicen que es resultado de una estrategia mal implementada para combatir el robo de combustible.
Dan cuenta que once estados enfrentan la escasez de gasolinas y diésel y que el descontento aumenta en entidades clave como Ciudad de México, Estado de México, Jalisco, Guanajuato y Michoacán.
Un reporte del Grupo Eurasia destaca que la alcaldesa de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, confirmó que alrededor del 20 por ciento de las estaciones de gasolina están cerradas. “Anteriormente, había negado que hubiera escasez en la capital”, puntualiza.
Y más:“La escasez en todo el país está causando problemas logísticos que incluyen la distribución de alimentos y el cumplimiento de los servicios públicos, entre otros”.
Algunos gobernadores y grupos de presión empresariales han dicho que apoyan la estrategia contra el robo de combustible, pero también critican su pésima aplicación.
La Coparmex, por cierto, reporta pérdidas en la iniciativa privada por 1,250 millones de pesos.
Agrega el reporte de Eurasia:
“El gobierno federal probablemente dará prioridad a la atención de la escasez en la Ciudad de México y tendrá que abordar las crecientes preocupaciones sobre los otros desafíos logísticos que están surgiendo.
“Pero parece estar dispuesto a continuar con sus planes, aunque probablemente tendrá que retroceder en algo. No nos sorprendería si esto afecta su popularidad”.
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No puedo cerrar la columna sin expresar mis condolencias a la familia del Mazo por la muerte de don Alfredo, padre del actual gobernador de Estado de México.
Lo conocí a través de mi fallecido hermano Antonio, quien trabajó muchos años con él y lo consideraba “el mejor jefe del mundo”.
Descanse en paz.